La gala venía muy bien. Ya habían actuado grandes magos mostrando rutinas impresionantes. Hasta que llega Henry, el plato fuerte. Claro, ya todos lo conocemos y sabemos cómo es. Esperamos que nos sorprenda con algo novedoso típico de su genio mágico. Arranca con la famosa rutina de los 10 cortes exactos con la que ganó el FISM hace algunos años. Uno se relaja un poco, “ya la vi” piensa. Aunque los gags ad hoc, y la dinámica de un profesional como Henry nunca cansan, al contrario.
Sin embargo, algo empezó a andar mal. Donde dijo “uno” había una carta, pero donde dijo “tres” había 6 y dónde dijo “siete” tampoco concordaba. “¿Le habrá pifiado?” pregunto uno. “Que raro que le pase esto a Henry” me decía a mi mismo. El hacía chistes para zafar y todos estallaban de risa. Parecía improvisar sobre la marcha, arreglando con chistes las desprolijidades de una “mala noche”. Ya a esa altura poco importaba si algo había salido mal, todos estábamos disfrutando y nos entreteníamos por la forma en que manejaba la situación. Sólo con eso hubiese bastado para ser el mejor número de la gala. Pero nunca es suficiente para Evans, no. El está siempre un paso más allá. Mientras algunos pensaban “menos mal que no le paso esto en el FISM” nadie reparaba en un pequeño sobre de papel madera que Henry había entregado a un espectador al comenzar la rutina. La mezcolanza de cartas era impresionante y no había manera de salvar lo hecho. “Esperá” le dice. “¿Recordás que te di un sobre al comenzar, no? Sacalo por favor”. El espectador lo saca y comienza a leer. Todo lo ocurrido ya estaba predicho dentro del sobre. El teatro explota, los magos lo aplauden de pie. Los engañadores, engañados. Caimos en todas y cada una de las trampas que nos propuso. Nos hizo creer todo, inclusive que había sido casi un desastre. Nos agarró desprevenidos y con la guardia baja. “Asi que ya viste esta rutina varias veces no? Y que tal esto!”. Esa parecía ser la consigna mental que lo iba guiando por dentro.
Ya en el hall del teatro después de la actuación, todos se acercaron a Henry para decirle cómo nos había hecho entrar como caballos. Yo fui uno de ellos. Qué bueno que existan artistas come Henry Evans que te hacen percibir y disfrutar la magia cómo si fuésemos nuevamente completos ignorantes de este arte. ¡Gracias maestro!
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